Le habló en silencio. Le habló a través de los ángeles. Envió demonios. Se le apareció en sueños. Le habló a través de sus amigos, conocidos y desconocidos. Pero él mismo, Dios, tuvo que reconocer que ya no era suyo. Era de todo el universo. Supe de muy buena fuente que Dios no borró su nombre del libro de la vida, a pesar de todo esto. También se dice que Gabriel y sus huestes protestaron, pero Dios, que todo lo puede, sólo hizo un gesto indescifrable y se acostó a dormir. El hombre entonces fue libre y volvió a aquel lugar donde el sincretismo permitía que todo fuera parte de todo y se hizo uno con ese universo. Ah, y no volvió jamás.
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1 comentario:
Qué bonito: indescifrable el sentimiento de paz que, muchas veces, deja la ausencia cuando se sabe que ese que ha partido habita en la totalidad de las cosas. Estoy al tanto que andas conociendo nuevos lares, una felicitación por ello y un abrazo para los días de nostalgia.
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