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“Entre tu aura y mi exilio
Está el perdón de los cielos,
Entre mi pueblo y tu pueblo
Hay un cruel laberinto”
Arturo Meza
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Cada determinado tiempo, las mentiras se derrumban, los paradigmas se transforman y los campos echan nuevos brotes sobre el suelo erosionado.
Así voy viendo un camino. Cada paso es - tristemente- más calculado que los anteriores.
La ciudad es un universo diferente. Las huellas del virreinato existen y se cultivan.
A cada rato veo cosas diferentes, con sólo echarme a andar por sus calles un rato, regreso a la casa con los ojos bien cargados de imágenes.
Ya quiero que sea mañana para ir a ver a ZG. Mientras eso ocurre, acá les dejo algo.
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El día que Emilia y yo nos encontramos en el muelle, le platiqué que dos días antes, durante la noche, había visto a un hombre pescar usando sólo una lámpara de mano. Trazaba figuras en el agua - como "ochos"- y los peces se asomaban. Rápidamente, el hombre metía la mano, tomaba un pez y lo aventaba hacia el muelle. Lo vi sacar al menos 33 peces. Después de prender la ganjah, Emilia me contó lo que a continuación escribo:
- Hubo aquí mismo un hombre que, a diario, se acercaba al muelle con su caña de pescar. Lo realmente curioso es que no llevaba ninguna clase de carnada. Sólo lo veía llegar y sentarse en esta orilla y pasar de la tarde a la noche con el anzuelo hundido en el agua.
Una tarde, mi curiosidad - o mi pachequez- me llevó a acercarme al hombre sin ser vista.
Llegó, como siempre, sólo con su caña de pescar, entonces llevó la mano a su bolsillo y sacó un anillo que debió ser de oro, aunque ahora ya tenía un aspecto verdoso por el efecto del agua de mar.
- ¿Y eso ponía de carnada?
- Así es mi buen.
- Me parece una pendejada, los peces no usan anillos.
- No, ellos no. Pero las sirenas sí.
- ¿Cómo sabes?
- Porque un día, una de ellas llegó hasta el muelle. Colocó en su dedo el viejo anillo, y como equivalente a un "sí", se llevó de la mano al hombre al fondo del mar... o adonde quiera que las sirenas vivan.
- ...mmm.
- Qué...
- No mames.
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"Según la teología musulmana, los nombres de Dios son 4 mil. Mil son conocidos sólo por Dios. Otros mil, por Dios y por los ángeles. Otros mil, por Dios, los ángeles y los profetas. Y los mil restantes, por Dios, los ángeles, los profetas y los fieles. De los mil últimos nombres, 300 son citados en la Torá, otros 300 en los salmos, otros 300 en los evangelios, y cien en el Corán. De estos cien, 99 son conocidos por los fieles comunes, y uno está escondido, secreto y es accesible sólo a los místicos más iluminados."
Emilio Galindo
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