martes, 29 de diciembre de 2009

Provocando Destinos Recurrentes

*
**
***

Esto lo encontré en la casa vieja de mi abuela, algunos de los nombres fueron tachados por alguien – la tinta revela que fue hace mucho tiempo ya, cuando tenga tiempo le haré algunas pruebas- y tuve que agregar sólo ### para hacer fluida la lectura. .
Lo que pregunta el interlocutor – porque es obvio que hay un diálogo- fue tachado en su totalidad, el texto es legible desde aquí:
“No sé qué sentido tiene para ti el saber en estos momentos cuál era mi relación con ella, pero no tengo inconveniente en hablar de eso antes de empezar a aullar por el resto de todos los tiempos en este lugar, así que te diré como acabé aquí.
### nació con un nombre maldito. Un nombre que nunca debió ser usado más que para nombrar a aquella que había sido y que nunca más volvería a ser, al menos eso fue lo que se esperaba que sucediera, pero, la experiencia nos dice que las cosas casi siempre tienden a salirse de control.
Creció lejos de casa, eso demuestra que no tuvo que cargar con un mal estigma desde pequeña y que, toda conducta posterior no fue el resultado de una sentencia múltiple repetida en miles de ocasiones.
Desde su nacimiento, una serie de sucesos paranormales se suscitaron, como una premonición de un algo impreciso y poco grato: la cuna donde dormía ardió toda la noche sin que ella sufriera daño alguno, los vidrios de su habitación amanecían bañados en sangre, en sus sábanas aparecían lastimeros rostros en tonos lúgubres…
A los cinco años descubrió su capacidad de telequinesia, y nada dudó en hacer de ello su herramienta predilecta para infligir a sus coetáneos los más terribles aspavientos – no es fortuito que ### signifique “maldad”-; luego pasó a sus contactos con los muertos, eso fue como a los 6 años: fue entonces cuando la conocí.
Advertí desde el principio su capacidad de percepción de lo sobrenatural, tal como yo también lo ocultó, sólo que, a diferencia de un mocoso de carácter enclenque como el mío, ella tenía la virtud de sentirse atraída por el poder que le confería la interacción con las fuerzas demoníacas.
No negaré esa fascinación que me produjo el pensar en lo salvaje, lo indeseable, lo malvado, impuro, pecaminoso y oscuro; pero el terror que sentí al experimentarlo a temprana edad puso en mí un freno invisible, lo suficientemente fuerte como para no atreverme a cruzar de nuevo sus ardientes puertas, así que rotundamente me forcé a vivir de un modo normal, tal como lo exigía mi salud precaria, cualquier sobresalto habría traído un infarto bajo el brazo.
Ella se marchó a los bosques negros cuando yo tenía diez años. Durante ese tiempo tuve mis momento más felices, tuve amigos, me enamoré – sin ser correspondido pero fue hermoso poder sentir eso-, conviví con mi madre y hasta recuerdo haber soñado con ser médico. Poco duró ese lapso de paz. Ella regresó de su autoexilio del que yo la suponía diferente, limpia. Nada más iluso que eso, parecía como si una especie de cáncer siguiera sus pasos, marchitaba todo con cuanto interactuaba, entristecía la sonrisa más hermosa y sólo de ese modo hallaba si no la felicidad, por lo menos una satisfacción que le avivaba el deseo de continuar con esa terrible forma de ser.
Encontrar a Dios es mucho más fácil, pero no resulta tan divertido porque todo el mundo trata de decirte el modo correcto de hallarlo, quizá por eso es que tomé esta decisión que hoy no me atrevo a juzgar, de todos modos, Él será quien decida – de antemano sé lo que se viene para mí-, sólo digo en mi favor que la tensión era tal sobre mi vida que tuve que alejarme también para que ella se divirtiera a gusto, era insoportable ver cómo la infelicidad nacía en los demás a medida que ### actuaba. Lo que nunca imaginó es que yo aprendí también algunas cosas en mis cinco años de ausencia.
Hay una regla básica dentro de la lucha que libran los hombres entre sí cuando se trata de fuerzas no terrenas: el que posea un objeto de un muerto poderoso espiritualmente tiene una gran ventaja sobre el otro.
Una noche despejada, mientra caminaba entre las calmas aguas de un río repleto de cangrejos, tropecé con lo que creí un insecto de enormes dimensiones, para mi fortuna, era nada más y nada menos que la punta de lanza de un guerrero zapoteca, al palparla, supe inmediatamente que cientos de hombres habían sido ejecutados por la mano de ese hombre. Esa misma noche tuve mi revelación, la cual me mostró lo siguiente: al borde de una de las caras de la luna se dibujaban dos constelaciones desconocidas. Una de ellas poseía más estrellas, pero la otra era más brillante. Hubo un giro en el cielo de exactamente 34 grados a la izquierda y las dos constelaciones comenzaron a moverse en torno a un centro imaginario. La constelación más grande se acercó tanto a la brillante que la envolvió hasta apagarla momentáneamente. Luego, hubo tres meses de silencio absoluto y de pronto, la constelación brillante explotó convirtiendo en polvo cósmico a su contraria. Tras muchas sesiones de meditación logré descifrar su significado y por eso volví a mi casa.
En vísperas de navidad, mientras yo cenaba, ella se acercó a mí con un cuaderno entre sus manos, fingió una duda y se me aproximó, apenas tuve tiempo de ver el diente de muerto que llevaba entre su puño derecho dirigido a mi corazón mas, quiso Dios, mis muertos y la suerte, que guardara la punta de flecha justo en la bolsa izquierda de mi camisa, de modo que, en el impacto, quedamos adheridos uno al otro, en una especie de agonía compartida. Su espíritu, dolorosamente se fue alojando en mis entrañas, desbordó mi sangre a través de mis poros y cuando yo estaba punto de morir, abrí los ojos para darme cuenta de la muerte de su cuerpo, pero también del brillo malévolo de sus ojos en los míos, así que casi inmediatamente me ahorqué y vine a dar a esta antesala del infierno.
Ahora que he resuelto tu duda, dime si por fin vas a dejar de hacer ese maldito ruido con tu cajita de pastillas”.

Eso es todo lo que se puede leer. Acerca de qué o quién lo redactó no poseo información, aunque existen rumores de videntes en la familia. Hasta la fecha no he tenido una prueba fehaciente de ello, así que no creo en esas patrañas.

***
**
*