martes, 29 de diciembre de 2009

Provocando Destinos Recurrentes

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Esto lo encontré en la casa vieja de mi abuela, algunos de los nombres fueron tachados por alguien – la tinta revela que fue hace mucho tiempo ya, cuando tenga tiempo le haré algunas pruebas- y tuve que agregar sólo ### para hacer fluida la lectura. .
Lo que pregunta el interlocutor – porque es obvio que hay un diálogo- fue tachado en su totalidad, el texto es legible desde aquí:
“No sé qué sentido tiene para ti el saber en estos momentos cuál era mi relación con ella, pero no tengo inconveniente en hablar de eso antes de empezar a aullar por el resto de todos los tiempos en este lugar, así que te diré como acabé aquí.
### nació con un nombre maldito. Un nombre que nunca debió ser usado más que para nombrar a aquella que había sido y que nunca más volvería a ser, al menos eso fue lo que se esperaba que sucediera, pero, la experiencia nos dice que las cosas casi siempre tienden a salirse de control.
Creció lejos de casa, eso demuestra que no tuvo que cargar con un mal estigma desde pequeña y que, toda conducta posterior no fue el resultado de una sentencia múltiple repetida en miles de ocasiones.
Desde su nacimiento, una serie de sucesos paranormales se suscitaron, como una premonición de un algo impreciso y poco grato: la cuna donde dormía ardió toda la noche sin que ella sufriera daño alguno, los vidrios de su habitación amanecían bañados en sangre, en sus sábanas aparecían lastimeros rostros en tonos lúgubres…
A los cinco años descubrió su capacidad de telequinesia, y nada dudó en hacer de ello su herramienta predilecta para infligir a sus coetáneos los más terribles aspavientos – no es fortuito que ### signifique “maldad”-; luego pasó a sus contactos con los muertos, eso fue como a los 6 años: fue entonces cuando la conocí.
Advertí desde el principio su capacidad de percepción de lo sobrenatural, tal como yo también lo ocultó, sólo que, a diferencia de un mocoso de carácter enclenque como el mío, ella tenía la virtud de sentirse atraída por el poder que le confería la interacción con las fuerzas demoníacas.
No negaré esa fascinación que me produjo el pensar en lo salvaje, lo indeseable, lo malvado, impuro, pecaminoso y oscuro; pero el terror que sentí al experimentarlo a temprana edad puso en mí un freno invisible, lo suficientemente fuerte como para no atreverme a cruzar de nuevo sus ardientes puertas, así que rotundamente me forcé a vivir de un modo normal, tal como lo exigía mi salud precaria, cualquier sobresalto habría traído un infarto bajo el brazo.
Ella se marchó a los bosques negros cuando yo tenía diez años. Durante ese tiempo tuve mis momento más felices, tuve amigos, me enamoré – sin ser correspondido pero fue hermoso poder sentir eso-, conviví con mi madre y hasta recuerdo haber soñado con ser médico. Poco duró ese lapso de paz. Ella regresó de su autoexilio del que yo la suponía diferente, limpia. Nada más iluso que eso, parecía como si una especie de cáncer siguiera sus pasos, marchitaba todo con cuanto interactuaba, entristecía la sonrisa más hermosa y sólo de ese modo hallaba si no la felicidad, por lo menos una satisfacción que le avivaba el deseo de continuar con esa terrible forma de ser.
Encontrar a Dios es mucho más fácil, pero no resulta tan divertido porque todo el mundo trata de decirte el modo correcto de hallarlo, quizá por eso es que tomé esta decisión que hoy no me atrevo a juzgar, de todos modos, Él será quien decida – de antemano sé lo que se viene para mí-, sólo digo en mi favor que la tensión era tal sobre mi vida que tuve que alejarme también para que ella se divirtiera a gusto, era insoportable ver cómo la infelicidad nacía en los demás a medida que ### actuaba. Lo que nunca imaginó es que yo aprendí también algunas cosas en mis cinco años de ausencia.
Hay una regla básica dentro de la lucha que libran los hombres entre sí cuando se trata de fuerzas no terrenas: el que posea un objeto de un muerto poderoso espiritualmente tiene una gran ventaja sobre el otro.
Una noche despejada, mientra caminaba entre las calmas aguas de un río repleto de cangrejos, tropecé con lo que creí un insecto de enormes dimensiones, para mi fortuna, era nada más y nada menos que la punta de lanza de un guerrero zapoteca, al palparla, supe inmediatamente que cientos de hombres habían sido ejecutados por la mano de ese hombre. Esa misma noche tuve mi revelación, la cual me mostró lo siguiente: al borde de una de las caras de la luna se dibujaban dos constelaciones desconocidas. Una de ellas poseía más estrellas, pero la otra era más brillante. Hubo un giro en el cielo de exactamente 34 grados a la izquierda y las dos constelaciones comenzaron a moverse en torno a un centro imaginario. La constelación más grande se acercó tanto a la brillante que la envolvió hasta apagarla momentáneamente. Luego, hubo tres meses de silencio absoluto y de pronto, la constelación brillante explotó convirtiendo en polvo cósmico a su contraria. Tras muchas sesiones de meditación logré descifrar su significado y por eso volví a mi casa.
En vísperas de navidad, mientras yo cenaba, ella se acercó a mí con un cuaderno entre sus manos, fingió una duda y se me aproximó, apenas tuve tiempo de ver el diente de muerto que llevaba entre su puño derecho dirigido a mi corazón mas, quiso Dios, mis muertos y la suerte, que guardara la punta de flecha justo en la bolsa izquierda de mi camisa, de modo que, en el impacto, quedamos adheridos uno al otro, en una especie de agonía compartida. Su espíritu, dolorosamente se fue alojando en mis entrañas, desbordó mi sangre a través de mis poros y cuando yo estaba punto de morir, abrí los ojos para darme cuenta de la muerte de su cuerpo, pero también del brillo malévolo de sus ojos en los míos, así que casi inmediatamente me ahorqué y vine a dar a esta antesala del infierno.
Ahora que he resuelto tu duda, dime si por fin vas a dejar de hacer ese maldito ruido con tu cajita de pastillas”.

Eso es todo lo que se puede leer. Acerca de qué o quién lo redactó no poseo información, aunque existen rumores de videntes en la familia. Hasta la fecha no he tenido una prueba fehaciente de ello, así que no creo en esas patrañas.

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domingo, 29 de noviembre de 2009

Ich Bin Ein Verloren Ratte

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En una ocasión – no recuerdo cuál- alguien – no recuerdo quién- dijo que un mazo de cartas incompleto era tan sólo un montón de basura, luego, Ari – ¿sí era él?- le reconvino y le dijo que podría ser más tarde una obra de arte o incluso un forma extraña de escribir cartas de amor. Antes de que nos diéramos cuenta ya estábamos enfrascados en una discusión sin objetivo alguno. Fue ésa misma noche que pasó lo de Miriam.
Habíamos quedado de vernos en mi casa para jugar póker, Ari – esta vez estoy seguro- llevó un set de juego que había adquirido de un modo que no supo explicar, pero que nos hizo suponer que su origen no era precisamente lícito.
La noche anterior, la fiesta corrió el riesgo de no llevarse a cabo pues el bar había sido clausurado, así que no tendríamos un lugar confortable o por lo menos familiar para poder convivir toda la noche, pero como alguna vez dijo Uriel, “hay mil formas de pelar una naranja” – ¿no era partir?-, así que dimos un minitour por los lugares donde pudiéramos adquirir alcohol a precios mínimos.
La noche fue bastante bien, hubo reemplazos en el grupo pero la base permaneció sólida, nos dimos el lujo de dejar al sol alcanzarnos en la carrera y de ese modo concluyó la noche y con ella las fuerzas de nuestros cuerpos.
Desperté a mediodía, todos ya se habían ido y me fui a trabajar al hotel, en el chat me encontré a Miriam y quedamos en jugar en mi casa, como ya había dicho – ¿lo dije?-. Justo antes de desconectarme, Miriam me preguntó algo que, al principio, no me causó intriga alguna, de hecho, lo tomé a broma pero, justo cuando la esperábamos para jugar, el hecho de que en el chat me hubiera preguntado dónde estaba mi casa me hizo pensar muchas cosas que no mencionaré porque pueden tomármelo a mal.
El punto es que Miriam nunca llegó, le mandamos mensajes pero no respondió. Entonces supusimos - ¡ah cómo somos buenos para eso!- que se había ido a casa con su hermano. Hasta ahí, nada de esto te parecerá raro, Matilde, pero ayer me pasó algo que me puso algo paranoico.
El celular sonó en la madrugada y leí un mensaje suyo: “Descansen, nos vemos mañana para volver a jugar”. Atribuí todo a su memoria saturada de alcohol, pero no, al día siguiente llegó a la casa, -para ese entonces Marco ya se había ido a Reynosa, Ari ya vivía en Querétaro, Chucho estaba en alguna parte de la Sierra Norte y Elena trabajaba en Puerto Vallarta… sólo quedaba yo en La Perrera-.
Abrí la puerta y no disimulé mi sorpresa, pero ella sólo entró y me preguntó por los demás. Entró y jaló una silla… - ¿Vamos a estrenar muebles o qué?- me dijo. Como quien participa de mala gana en un chiste que ya conoce tuve que preguntar que si de verdad no sabía qué estaba sucediendo. La respuesta fue obvia, y tuve que contarle todo lo que ya he dicho antes.
Fue entonces cuando Miriam comenzó a relatarme a grandes rasgos lo que ella vivió a lo largo de estos casi nueve años… Luego de llegar a donde nosotros, comenzamos a jugar y a beber, casi estábamos cayéndonos cuando Elena dijo que había traído un crustáceo alucinógeno de su casa, una vez más nos atrevimos a cocinarlo y comimos vorazmente el extraño manjar.
El efecto fue casi inmediato, de acuerdo con Miriam, todos comenzamos a decir qué era lo que más deseábamos: Ari dijo que quería estudiar artes plásticas; Marco quería volver a casa; Jesús deseaba ir de voluntario a las comunidades indígenas; Elena dijo que quería volver a vivir en Puerto Vallarta; Miriam dijo que quería que todo eso que estaba pasando volviera a ocurrir. Luego, me dijo que vio cómo todos, menos yo, comenzaban a desvanecerse, precisamente íban hacia lo que deseaban.
Yo no recordaba lo que quería, hasta ayer. Toda vez que Miriam terminó su relato, pensé en ti y mi cuerpo comenzó a desvanecerse, no sabía que te amara tanto Matilde, pero ya me ves, estoy aquí para no irme nunca más, ¿a dónde podría irme sin ti?

- Ah, bien, sólo quiero decirte una cosa, imbécil, no me llamo Matilde… ¡soy Isabel! ¿Entiendes? ¡Isabel! Ya duérmete, estás bien pedo.


sábado, 7 de noviembre de 2009

Y sin embargo...

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Yo ahora me regreso a casa. Nada más me detiene en este lugar, sólo me inspira a marcharme el hecho de que quizá mi ausencia ponga fin al estancamiento de algo, en algún lugar – aunque puede ser también un simple pretexto para no comprender que cuando un corazón deja de latir por otro es prudente darse por vencido-, sé que ahora no suena muy claro pero espero que los acontecimientos previos a mi partida te den un panorama más claro.
Hace tres meses comencé a trabajar en “La Peña”, refugio de amigos y demás conocidos que encontraban bajo la biznaga dibujada en su cúpula un refugio o escaparate, según sea el caso, a todos los problemas que les aquejaban y hallaban en el calor humano y el que se encierra en recipientes de vidrio esa puerta mágica para el desflore de sentimientos.
Mi entrada fue mera casualidad, si es que eso existe, fue Marco quien me pidió apoyo como mesero y luego pasé a representar el papel de barman, cosa que me satisfacía en gran manera pues a menudo estaba en compañía de parte de la gente que quiero. Al principio, recuerdo que el trabajo era arduo, pero de una semana a otra, una pésima racha cayó como chapopote sobre el bar, al grado de que las propinas eran nulas y los días laborables/laborales fueron disminuidos.
Los clientes, antes personas amigables, se tornaron monstruos multiformes que buscaban convertirse en parte de la mala vibra que circulaba por las paredes cálidas de La Peña; los amigos, que siempre convivían en amenas charlas sobre cosas que sencillamente son humo que al otro día es nada, aunque en su momento parecían de extrema importancia, procedían de modos inverosímiles, agrediéndose, murmurando entre ellos, desangrando los lazos antes firmes; el sistema eléctrico, el de agua potable, la señal por cable y hasta el mobiliario presentaban averías con las más feas intenciones…
Todo andaba mal.
Cuando un golpe cae de improvisto no se tiene siempre el seso para descubrir su origen, sin embargo, el alcohol, que intrincadas sinapsis logra, puso sobre la mesa de los que amaban el lugar muchas estrategias para mejorar la situación.
Se hicieron promociones, el clásico dos por uno – con mil hielos dentro del vaso para hacer abundar el licor-, cubetazos de a cien pesos, quince pesos la cerveza en días de futbol, en fin; nada de eso pudo mejorar las cosas, simplemente una barrera misteriosa impedía el flujo de clientes y sobre todo, esa marejada de buenos momentos que era propia de ese bar.
Por esos días, Matilde y yo ya no estábamos juntos, yo la recordaba y una inmensa melancolía me llevó a la depresión, ¡oh bendita depresión que unes a los caídos! De eso modo me hice amigo de muchos y reforcé mis lazos con unos pocos, de los que todavía sobrevivían a la vorágine de sentimientos malos.
Uno de ellos fue Chucho. Una noche de no pocas en las que un cigarro en la mano era el único soporte que nos mantenía en pie, nos dimos cuenta – bueno, fue él- de que existía una curiosa constante entre los clientes asiduos de La Peña: en todos había un amor frustrado.
Yo pensaba sórdidamente en Matilde, la recordaba tanto que no quería hacer nada más que dejarla correr por las veredas de mis recuerdos; él no sé a quién refería su amargura pero, pronto nos dimos cuenta de que Chema también había perdido a su amada Lorelí, Aarón y Juana se habían separado y así, la lista podría continuar al grado de conformar un muro de lamentos de amores en crisis.
Como buenos hipócritas, identificamos la paja de los ajenos y comenzamos a hacer un inventario de desventuras y llegamos a la conclusión de que La Peña estaba deprimida, sólo que en este caso su mal se comunicaba de modos que no correspondían con la forma en que estábamos acostumbrados a distinguirlo en las personas.
Fue entonces que ideamos un plan y tramamos convertirnos en los “es-cupidos alcohólicos”. Durante un mes urdimos citas “casuales” entre los involucrados, detalles de ésos que hacen que una persona despierte el interés en otro, recados, cortesías en tragos, dedicaciones de canciones (“eso suena cacofónico” diría el pendejo de yasabesquién), poemas y demás basura, con tal de encausar sus sentimientos y así reunirlos de nuevo.
El plan marchó muy bien, los amorosos volvieron a ser felices y a compartir su felicidad con los amargados que, toda vez que vieron que las rupturas a veces encuentran el pegamento indicado, se contagiaron del amor que voló por los aires hasta invadir el local del bar, los ocho cactos trazados en la cúpula reverdecieron y hasta la lona fea de “cirque” resplandeció, las ventas aumentaron y de nuevo La Peña era la fuente de poder que recargaba las ganas de vivir de los clientes.
A los pocos días supe que Chucho había logrado conquistar a una chica a la que nunca nos presentó por temor a que lo dejáramos en mal, como casi siempre lo hacíamos y como él mismo lo hizo alguna vez con nosotros, pero estaba bien, se le veía alegre y hasta soportaba que cualquiera se nos uniera a la fiesta aunque hiciera feo (¡lo que hace el alcohol!).
No tardé mucho en darme cuenta que era el único solitario del grupo, que sí reía y disfrutaba la compañía pero que, al final de la jornada, terminaba solo en mi cuarto oyendo a Meza y a Calamaro, dejando que la vida pasara sin moverme. La soledad pesó tanto que vi en Matilde una salida. La busqué, le canté canciones desde mi corazón a través de mensajes de texto, le regalé mi alma en llamadas al buzón, le dije en persona que se casara conmigo pero nada de eso funcionó.
Enrollé mi cola, sacudí el polvo de mis pies, di la media vuelta en mi mente y traté de borrarla para siempre. Luego, me di cuenta de que aún me era cercana, que me resultaba cotidiana, contigua, inmanente, casi indeleble y decidí partir.
Por eso me voy, para ser el otro, el que no te ama y ni siquiera te conoció. Sé que sólo regresando a casa podré poner fin a esta racha de infortunios en mi vida, detendré un corazón que se desangra en mi interior pero que desde hace tiempo es tuyo, sólo de ese modo podré ser libre y dejar que algo, en algún lugar, fluya de la manera en que las cosas se dan para adquirir el carácter de “normales”.

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viernes, 9 de octubre de 2009

Rata Infecta

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La mujer toma, como cada noche, sus píldoras y se duerme. La sustancia somnífera siempre le impide soñar, pero esta noche, precisamente esta noche no será así.
Las sábanas rosadas cubren su cuerpo finamente adornado por una pijama de seda, la una suena en el reloj del fondo del algún lugar desconocido a sus ojos (ahora sin sensibilidad).
Un gato rosa por milésima vez la maceta del bonsái que, después de acercarse una fracción de milímetro a la vez cada noche, cae por fin a la avenida rompiendo un parabrisas. La alarma del carro, pero los ruidos de la noche poco importan a unos sentidos enfocados en vivir un sueño, esta noche sólo hay un sueño, por cierto, imposible de viciar.
Una mujer, que la extraña, rosa continuamente su piel con una rosa mientras tararea una canción que, de tanto repetirla, ha dejado de ser la misma para convertirse en la piel del ambiente de su departamento, incluso, las plantas han aprendido la tonada y morirían si dejaran de escucharla.
Debajo de su cama duerme un zancudo. La sobre saciedad de su sed lo ha dejado embriagado de hepatitis. Los compañeros que revolotean a su alrededor le cantan burlonamente y gesticulan muecas desagradables.
Su cabello despide un aroma irrepetible. Largo, cuál sólo él puede ser, forma inmensas dunas sobre el colchón para concluir en puntas amarillentas con inicios de orzuela. En la ventana del chat aparece un poema dedicado a esa cabellera, escrito por un antiguo amor desesperado y solo, para que ella lo recuerde.
La pizza se enfría en la mesita de centro, ya nadie más la comerá porque, desde las sábanas rosadas hasta el amor antiguo, todo ha sido parte del último sueño de Matilde quien no ha podido dejar de hacer todo a destiempo, como casi todos nosotros.
Cuarto de hora antes… tiembla. La ciudad vertiginosa guarda un minuto de silencio por los muertos de todos.




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P.D.: Un hurra por el que nos divide y nos persigue, hace que nos demos cuenta que nos necesitamos.
Brindo también por la soledad intermitente, las lagrimas detrás de las puertas y los besos que lanzan a distancia desde la oscuridad, no hay quien nos arruine esos momentos de sinceridad plena.
Hasta la próxima entrada.

martes, 6 de octubre de 2009

Perro Pateado

“Hice trampas al póker, defraudé a mis amigos,
Sobre el banco de un parque dormí como un lirón,
Por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo,
Más de un beso me dieron y más de un bofetón”

Joaquín Sabina

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Hoy soñé una mujer posesa. El sueño era intermitente y me dejaba despertar para sumergirme cada vez más en el horror. La pesadilla era la siguiente (o al menos esto es lo que más recuerdo, con el riesgo que existe de haber viciado el recuerdo con la imaginación):
He aquí que sobre la cima de una colina se erigía una casa de tabicón. Las paredes grises hacían juego con las ventanas con marcos de ocote y cubiertas con mosquitero. Sobre la mesa había una bebida humeante y departíamos con dos jóvenes.
De pronto, noté ciertas rasgaduras en la superficie del mosquitero con forma de letras mal hechas en un idioma desconocido (en el sueño era latín, pero las formas eran griegas). Al preguntar al anfitrión acerca de cuál era el motivo de esos rasguños, trató de evadir la interrogante pero sus gestos revelaron un misterio.
Casi inmediatamente escuchemos los gritos de terror de una mujer. Corrimos apresurados a uno de los cuartos de la casa donde se hallaba una mujer cubierta con un vestido largo de un color que en algún tiempo debió ser morado, pero que ahora se hallaba desteñido dejando un parco color indescifrable.
La mujer desgarraba su garganta en gritos de auxilio. Impávidos, sólo atinábamos a buscar un motivo para tal comportamiento, fue entonces cuando nos fue revelado que se debía a la violación que la joven sufría a manos de espíritus demoníacos.
En esos espasmos de despertar y volver a dormir, la mujer se incorporó y comenzó a escribir con las uñas sobre la tela del mosquitero oraciones en el idioma que antes describí. Había una intérprete que trataba de de hacer una traducción simultánea, pero el ambiente me impedía poner la suficiente atención a esta mujer, sólo recuerdo la frase: he venido a sembrar/traer la discordia.
No sé cuándo exactamente desperté, pero se los cuento para que no me suceda nada.

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martes, 8 de septiembre de 2009

El Dibujo Oportuno


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“Viene Dante a darme qué hacer,
Salir a la calle, buscar un amor,
Mi planta de luz, mis ganas de ser,
Una razón, por simple que sea
Con tal de no cortarme las venas…”

José Cruz


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Un hombre toma una pluma del bolso de su esposa mientras hacen sobremesa en un restaurante muy bonito pero con mal servicio. Dibuja sobre una servilleta el perfil de un hombre recargado sobre un poste en la esquina de la calle, mira a su esposa y esboza una imagen suya al lado del hombre.
Un mesero de recién ingreso lleva las dos manos ocupadas con vasos que acaba de levantar de una mesa de ocho burócratas – bastante pedantes- que regresan a trabajar quince minutos tarde. Sin darse cuenta tropieza el sombrero del hombre, éste lo mira bastante molesto pero prefiere agacharse, recoger su prenda y seguir con su dibujo.
Cuando se levanta, su mujer ha abandonado la mesa y sin que él lo sepa: su vida. Sobre la servilleta sólo queda el poste. El empleado limpia la mesa.
Ya en su casa, el hombre intuye que una especie de pluma mágica está en sus manos. La sorpresa es mayor que su tristeza, comienza a dibujar sobre un block que ha comprado para dibujar a su esposa junto a él y así traerla de vuelta.
Tras cinco años de angustiosa labor, el hombre se rinde y decide viajar para olvidar. En un pueblo de la sierra norte conoce a una sacerdotisa zapoteca que es capaz de descifrar las causas de las desventuras del presente. El hombre le comenta lo sucedido con su esposa. La mujer lo mira, lo rocía con alguna extraña infusión y canta en un zapoteco antiguo, desconocido para todos. Al final del ritual, la mujer le dice que el intento por hacer volver a su esposa es incorrecto, pues el elemento mágico es la servilleta, debe encontrar de nuevo la pieza de papel y dibujar sobre ella.
Aunque considera imposible repetir el procedimiento, el hombre regresa al restaurante donde había quedado solo. El lugar se halla atiborrado de gente y todos los meseros se notan ocupados, decide esperar un poco y enciende un cigarrillo, se recarga en un poste que está situado en la esquina. Apenas lleva unas cuantas fumadas cuando una mujer lo ase del brazo. Ante tal consuelo repentino de su soledad, el hombre coloca su mano sobre el brazo de la dama y de reojo ve a un idiota recoger su sombrero mientras mira con odio a un mesero.


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miércoles, 1 de julio de 2009

Aceité Mis Manecillas

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Un sofá puede ser una excelente pista de despegue hacia la ventana que nos permita fugarnos de esta realidad rapaz.
El café se aburre de esperar y decide evaporarse lentamente.
Las moscas viven detrás del mosquitero la frustración de no poder molestarme.
Mis plantas hacen esfuerzos sobrenaturales por sobrevivir, como si tal empresa tuviera algún sentido.
El ventilador siente que el vómito se acerca a su esófago capacitor tras 10 horas de ver lo mismo pasando en torno a sí.
En los programas de revista los presentadores hacen mil y una maniobras peligrosas con tal de que los vea.
Afuera se escucha “el sonidito”.
Las nubes se disfrazan de dragones, hadas musicales, toros bravos, flacos duendecillos, niños felices, auras de santos, carretas de quimeras, volubles damiselas, sombrillas volteadas, hombres barbados…
Olores a tierras lejanas que alguna vez fueron mi casa.
Otra vez me gana la vida, otra vez despierto solamente para darme cuenta que sigue allá.
Huele a quemado.
El café suicida despide su alma de carbón.
Mi amigo, en actitud chamánica, ha decidido disfrazar la peste con hierbas. Yo agradezco el gesto mientras vuelvo a subirme a mi nave.
Suena el celular con la insistencia de un vendedor de libros… tal vez se trate de un vendedor de libros a distancia.
Mañana remendaré mis vestidos.
Quitaré la ceniza de mi cabeza.
Ungiré del aceite de una rasuradora mis cabellos.
Volveré al santuario y diré mis oraciones.
Dios: nunca dejamos de estar juntos. Gracias por cerrar por fuera las compuertas de este navío sideral.
Y yo dormido, robándole a la tristeza la gloria de verme caer.
El rebozo azul del cielo se transformó en encaje provocador, mientras tanto, yo ya aceité mis manecillas.

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u_u

viernes, 26 de junio de 2009

martes, 23 de junio de 2009

domingo, 21 de junio de 2009

Quo Vadis

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Bueno, a petición de Betty y a fin de compartir algo en esta entrada, tengo a bien dejarles el cuentito que metí al concurso de las jornadas. Espero que les guste...

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Me siento usado. El sedentarismo de Matilde me mata.
La dialéctica del coito, según yo, debería estar basada en el dar y recibir.
Lo que a continuación digo no pienses que lo hago como un lloriqueo de niño caprichoso o como mera frustración amarga, más bien es como la expresión sincera de una tristeza que me produce la impotencia que vivo ante esta situación que, si bien se le parece a muchas cosas vanas no lo es: creo estar enamorado.
Llegué a esta casa por azares de las tardes de aburrimiento y noches de de insatisfacción de Matilde. Oculto, disfrazado por dos revistas de espectáculos, una blusa floreada y cosméticos baratos; nada que a un hombre le interese husmear.
Oculto llegué y oculto permanecí durante mucho tiempo, mas mis – primero tardes- noches protagónicas llegaron favorecidas por los constantes viajes de aquel que nunca representó competencia alguna, no seria al menos.
Recuerdo el nerviosismo de nuestra primera vez. El temblor que producían los fluidos adrenalino - alcalinos de nuestros cuerpos previo al contacto sexual, sobre todo el mío por tratarse de mi primera vez.
Mis parámetros de lo bello no están basados en lo que veo, con ello desecho cualquier gusto o desagrado por la simetría, composición, ordenamiento, secuencias, en fin, cualquier cosa que necesite de ser vista para ser apreciada. Yo guío mis gustos por texturas, temperaturas y consistencias que me produzcan atracción.
Tal vez por eso amé la vagina de Matilde.
Siempre había imaginado el momento del contacto entre dos cuerpos, pero jamás pensé toparme con la dicha de encontrar un espacio tan confortable, cálido, suave, acariciador y placentero como la vagina de Matilde.
No imaginé conocer algo tan perfecto, personalizado y hasta con esmerada dedicatoria en cada pliegue, era un espacio que parecía estar esperándome hacía tiempo.
Me rehúso a ahondar en detalles – a pesar de que mi admiración me impulsa- sobre aspectos físicos, sólo agregaré que viví la etapa más plena de mi vida, y me atrevo a pensar que ella también, pues la correspondencia mutua era el eje de nuestra relación, o al menos eso parecía.
Después de esa, miles de noches más se repitieron, todas tan intensas como la primera vez. Aunque la verdad, nuestras rutinas iban variando, la creatividad era algo que estaba a pedir de boca. Sin embargo, toda felicidad es efímera, volátil… fugaz.
Una mañana, Matilde recibió una computadora portátil, un invento al que yo rebasaba por generaciones, algo junto a lo que yo resulté obsoleto, más con respecto a uno de sus programas que a la máquina en sí.
Mi nuevo rival tenía nombre: Messenger. Desde el primer instante en que ella lo conoció se enamoró perdidamente de él. Ese maldito la retrae del mundo exterior. Él y su estúpido amigo el celular la ayudan a evadir a su familia, mientras que yo veo en este rincón cómo mis pilas se van derritiendo en mi interior, pero al fin de cuentas, ¿qué puede hacer para cambiar las cosas un simple dildo en esta era de la información?


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viernes, 19 de junio de 2009

miércoles, 17 de junio de 2009

miércoles, 10 de junio de 2009

Nos vamos

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“Me resulta más sencillo este silencio
es tonto pretender que soy un sabio”
José Cruz lo dijo.


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Nos vamos.
Cabizbajos, lerdos,
Vencidos.
A regañadientes
Pero nos vamos.

¿Qué detiene a la lluvia?
¿Quién acorrala al viento?

Cansados de esperar
Se pasaron los ayeres.
Así la muerte.
Así la vida.
Un segundo como línea
Divisoria.

Por eso nos vamos.

Cada uno se lleva al otro,
Como estigma,
Máscara encarnada.


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[16:09] ºSplinterº: puro chatear…
[16:09] Elenicks: cállate


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domingo, 17 de mayo de 2009

Ángel De Mi Esperanza

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Yo te imagino.
Hoy sólo 22 y te imagino
caminando junto a mí
en el infinito.

Ya imaginé tu sexo
-femenino-,
tus delicadas manos
dibujadas sobre un piano.

Largo tu pelo.
Tus medias con holán, zapatos negros,
protegiéndote mi abrigo
en el invierno.

Caminaré mis pasos,
lo prometo,
sin que mis viejos traumas
traigan penas a tu alma.

Tus festivales,
tus recitales, juegos y homenajes
me tendrán siempre dispuesto
a apoyarte.

Yo te imagino, niña,
te lo juro,
y en un beso imaginario
te construyo casi a diario.


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miércoles, 13 de mayo de 2009

Cucha

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lunes, 11 de mayo de 2009

Olga

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De niño vivía en un sueño. Me gustaba traspasar los espacios tomado de tu mano, dejar morir las horas cantando contigo “yo tengo un amigo que me ama” o “si pongo una ‘M’ y luego una ‘A’…”; luego, se nos vino la vida encima, la vorágine de los roles que cada uno tomó.
Hoy iba a escribirte algo, pero tú no entras a Internet, no chateas, no bajas música, no bloggeas y ni sabes que existe youtube.
Te busqué por la mañana pero no estabas y eso fue raro… tú siempre estás. Me dio tanto gusto saberte fuera de casa, viajando al puerto donde salvaste mi vida, donde el asfalto quemó tus plantas, Olga, para que la muerte que rondaba sobre mi cabeza se escabullera al ver en tus ojos la decisión…
Olga, madre reptil, madre bruja, madre de todas mis alegrías y mis canciones. Cómo recuerdo nuestra foto sobre el rebozo, aquella donde tu clavel rojo no fue suficiente para mis caprichos.
Hace tiempo que no te veo, hace mucho que sueño contigo, veo tu fotografía con sus tonos sepia y morado y no imagino cómo pude tener tanta suerte de que fueras mi lucerito sin vela (Manu, 199?), mi café con leche y galletas de animalitos, mi pan serrano con miel, mi té de canela y mi tulipán en medio del jardincito.
Y ya ves, aquí estoy escribiendo algo para ti aunque no lo leas…ya sabes, mi vida es tenebrosa (Tú, 199??), tanto signo de interrogación se debe a que olvido las fechas, menos tu cumpleaños…
Un día te escribiré una canción, ni canto ni toco nada pero te la escribiré, y te llevaré serenata con flores, changos! nunca supe cuáles son tus favoritas, ahora ya tengo algo qué hacer, sí, te llevaré flores y luego te llevaré a cenar, me arreglaré para ti y verás en mí al santo que siempre quisiste que fuera, por lo menos una vez.
Yo sé que tú me quieres, y sabes que yo a ti, somos “cáncer”, somos de junio, 3 días separan nuestros cumpleaños, no, si nosotros somos una combinación muy extraña de rock n’ roll, chocolate caliente, geranios, claveles, boleritos asesinos, leyendas de aparecidos, himnos bautistas, oraciones por los alimentos, insomnio en tu rebozo, canciones de Leo Dan, desprecio por la usura, amor por la Chivas, simpatía por los libros, comida condimentada, agua de hojas de limón, café cargado, el cerro en primavera con las hojas verdes…
Cómo me acuerdo de ti, cómo es que estás aunque no estés. Me sorprendo en medio de la noche recordando tus canciones, aquella de “llegó papá elefante…”; “la patita va al mercado con rebozo de bolita…”; “Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro…”; “Escondido en Cristo estoy nadie me alcanzará…”; “al perrito le duele la muela, porque Elí no va a ir a la escuela…”; “Magia blanca tú tienes…”… y muchas otras que por falta de neuronas no recuerdo…
Y bueno, es hora de ponerme a hacer otra cosa que no me recuerde a ti Olga, porque si no, voy a llorar como cuando nos dijeron que no ibas a volver y sí volviste, con Libia en brazos y un brillo en tus ojos que despertó mis celos…
Hoy, como siempre, pensé en ti al levantarme, y como siempre, me iré a descansar pensando en ti.

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miércoles, 6 de mayo de 2009

Doña Mondongooooo

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Cuando la Influenza era una bebé, hice una encuesta entre la banda para saber a quién le desearían la enfermedad. Por obvias razones no diré nombres de los votantes.







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sábado, 2 de mayo de 2009

Salud

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En Hux valió madres la influenza, todos los bares abiertos, la gente como si nada, nada de cubrebocas en las farmacias, en fin…

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jueves, 30 de abril de 2009

Temporada de Excusas

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Llegó la influenza y con ella una verdadera temporada de excusas y perdones, llamadas inesperadas y abrazos virtuales… hasta parece navidad, sólo que en vez de gorritos ahora usamos cubrebocas (que por cierto ya no hay en Hux).
La gente oye a alguien estornudar y quieren crucificarlo… no vaya a tener influenza.
“Al principio me paniqueé y feo, hasta estaba pensando en escribir una carta de despedida” (Una a la que quiero mucho, 2009).
Más muertos hay por tabaco o alcohol al año que por esta mamada.
Sale, me voy por esta vez, no sé si mañana muera de influenza, o cirrosis, o enfisema, gastritis, paro cardíaco, insuficiencia respiratoria, derrame cerebral, mal de parkinson, vudú, envenenamiento, bomba atómica, calentamiento global, a lo mejor hace erupción un volcán en Hawai y me cae una roca ardiente, una bala perdida de un israelí, un pedo piroplástico de de King Kong o de plano me explota la cabeza de tanta idiotez que pienso…


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viernes, 16 de enero de 2009

martes, 6 de enero de 2009