lunes, 31 de octubre de 2011

Bienvenidos


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"No me llores, no, no me llores no;
porque si lloras yo peno,
en cambio si tú me cantas, mi vida,
yo siempre vivo, yo nunca muero."

Andrés Henestrosa

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Hace dos noches escuché unas risitas. Pensé en algún niño jugando en la calle, pero... ¿a las 3 de la mañana?
Ayer escuché más.
Estaba tan metido pensando en pendejadas, que no recordaba que los amigos que se fueron primero ya están de vuelta.
Acaban de dar las 12, los angelitos están llegando.
Ya los espera la muerte de azúcar, de pan, de chocolate, de amaranto...
El dulce de higos, de calabaza, los dulces, al atole...
La flores de zenpasúchitl iluminan el camino del Mictlán, con ese resplandor de Sol.
Que vengan nuestros muertos, que coman tamales, que canten sus canciones, que el mezcal desborde y que los altares se llenen del amor que perdura más allá de la muerte.
Los platos de masa de gato, de chileatole, de mole y por supuesto, las tazas de café con sus respectivos cigarros adornan los arcos.
Los 7 peldaños se llenan de alimentos, de todo lo que necesitan para su viaje de retorno. No es casualidad que esta fecha coincida con las épocas de cosecha. La vida y la muerte sentadas en una misma mesa a las luz de las veladoras.
La sal para los no bautizados, el sahumerio para purificar y pacificar el ambiente, y para que encuentren la ofrenda.
En casa no ponemos altar, pero en mi corazón está el de mis amigos, para que lleguen, para que no se vayan.
¿Los oyes? Dicen "gracias por no olvidarnos".


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