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“
"Si me
das a elegir
entre tú y
ese cielo
donde libre
es el vuelo
para ir a
otros nidos, ay amor...
Me quedo
contigo"
Los
Chunguitos
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Llevo apenas
3 minutos acostado y ya siento que la loza se mueve.
Desde aquí
se ven todos los techos de las casas, pero me interesa más el ciclorama que
tengo a mi disposición en la bóveda celeste.
Las nubes, a
las 5 de la tarde, llevan en su andar un compás adormilante.
Hay un
viento del sur pasando como un velo muy transparente que me abrasa en un beso
dulcísimo y se escuchan los susurros de Dios.
Hay una
jacaranda con pretensiones de bailarina de ballet ondeando sus holanes morados
al ritmo del viento sur.
Los zanates
son notas cambiantes en el pentagrama de las líneas de alta tensión, pareciera
que se trata de un villancico, pero no, no en febrero.
El sol se
zambulle entre las nubes y sale empapado de matices que salpican la tierra.
Sube el humo
lentamente y el rojo tiñe la falda de mis niñas; desde mi cuarto, hay una
canción de Calamaro que no entiendo muy bien, pero me gusta.
Los rayos
del sol también hacen contacto en tierra en forma de faros que dibujan líneas
precisas en ciertas zonas, si me esfuerzo, sé que podré llegar hasta allá y ver
qué sucede… pero no quiero esforzarme.
En realidad
son más cosas las que no quiero, que las que quiero.
No quiero
que esta tarde se termine, no quiero que María se esfume, no quiero que la
realidad me haga caminar de nuevo sobre su sendero descolorido, mientras tanto,
seguiré esperando que mis ojos se cierren o que el espectáculo de estrellas
comience.
Al menos
esta vez, estoy en primera fila.
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