viernes, 9 de octubre de 2009

Rata Infecta

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La mujer toma, como cada noche, sus píldoras y se duerme. La sustancia somnífera siempre le impide soñar, pero esta noche, precisamente esta noche no será así.
Las sábanas rosadas cubren su cuerpo finamente adornado por una pijama de seda, la una suena en el reloj del fondo del algún lugar desconocido a sus ojos (ahora sin sensibilidad).
Un gato rosa por milésima vez la maceta del bonsái que, después de acercarse una fracción de milímetro a la vez cada noche, cae por fin a la avenida rompiendo un parabrisas. La alarma del carro, pero los ruidos de la noche poco importan a unos sentidos enfocados en vivir un sueño, esta noche sólo hay un sueño, por cierto, imposible de viciar.
Una mujer, que la extraña, rosa continuamente su piel con una rosa mientras tararea una canción que, de tanto repetirla, ha dejado de ser la misma para convertirse en la piel del ambiente de su departamento, incluso, las plantas han aprendido la tonada y morirían si dejaran de escucharla.
Debajo de su cama duerme un zancudo. La sobre saciedad de su sed lo ha dejado embriagado de hepatitis. Los compañeros que revolotean a su alrededor le cantan burlonamente y gesticulan muecas desagradables.
Su cabello despide un aroma irrepetible. Largo, cuál sólo él puede ser, forma inmensas dunas sobre el colchón para concluir en puntas amarillentas con inicios de orzuela. En la ventana del chat aparece un poema dedicado a esa cabellera, escrito por un antiguo amor desesperado y solo, para que ella lo recuerde.
La pizza se enfría en la mesita de centro, ya nadie más la comerá porque, desde las sábanas rosadas hasta el amor antiguo, todo ha sido parte del último sueño de Matilde quien no ha podido dejar de hacer todo a destiempo, como casi todos nosotros.
Cuarto de hora antes… tiembla. La ciudad vertiginosa guarda un minuto de silencio por los muertos de todos.




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P.D.: Un hurra por el que nos divide y nos persigue, hace que nos demos cuenta que nos necesitamos.
Brindo también por la soledad intermitente, las lagrimas detrás de las puertas y los besos que lanzan a distancia desde la oscuridad, no hay quien nos arruine esos momentos de sinceridad plena.
Hasta la próxima entrada.

martes, 6 de octubre de 2009

Perro Pateado

“Hice trampas al póker, defraudé a mis amigos,
Sobre el banco de un parque dormí como un lirón,
Por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo,
Más de un beso me dieron y más de un bofetón”

Joaquín Sabina

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Hoy soñé una mujer posesa. El sueño era intermitente y me dejaba despertar para sumergirme cada vez más en el horror. La pesadilla era la siguiente (o al menos esto es lo que más recuerdo, con el riesgo que existe de haber viciado el recuerdo con la imaginación):
He aquí que sobre la cima de una colina se erigía una casa de tabicón. Las paredes grises hacían juego con las ventanas con marcos de ocote y cubiertas con mosquitero. Sobre la mesa había una bebida humeante y departíamos con dos jóvenes.
De pronto, noté ciertas rasgaduras en la superficie del mosquitero con forma de letras mal hechas en un idioma desconocido (en el sueño era latín, pero las formas eran griegas). Al preguntar al anfitrión acerca de cuál era el motivo de esos rasguños, trató de evadir la interrogante pero sus gestos revelaron un misterio.
Casi inmediatamente escuchemos los gritos de terror de una mujer. Corrimos apresurados a uno de los cuartos de la casa donde se hallaba una mujer cubierta con un vestido largo de un color que en algún tiempo debió ser morado, pero que ahora se hallaba desteñido dejando un parco color indescifrable.
La mujer desgarraba su garganta en gritos de auxilio. Impávidos, sólo atinábamos a buscar un motivo para tal comportamiento, fue entonces cuando nos fue revelado que se debía a la violación que la joven sufría a manos de espíritus demoníacos.
En esos espasmos de despertar y volver a dormir, la mujer se incorporó y comenzó a escribir con las uñas sobre la tela del mosquitero oraciones en el idioma que antes describí. Había una intérprete que trataba de de hacer una traducción simultánea, pero el ambiente me impedía poner la suficiente atención a esta mujer, sólo recuerdo la frase: he venido a sembrar/traer la discordia.
No sé cuándo exactamente desperté, pero se los cuento para que no me suceda nada.

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