domingo, 23 de mayo de 2010

Temores Peregrinos

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“Poco, mucho, algo,
casi casi, nada…
no siempre se cruzan
todas las miradas.”

Pedro Guerra


En esta semana yo vi…

… una luna punzocortante asomarse entre las nubes.
… un sendero sinuoso que llevaba hacia un arroyo.
… un arroyo de aguas argentas serpenteando entre las rocas.
… una cascabel aguardando mi siguiente paso.
… el filo de un machete que la partió en dos pedazos.
… un niño caminando frente a mí en medio de la noche.
… la felicidad del mudo repartida en dientes incompletos.
… una colmena desbordando miel al lado del camino.
… el cadáver de una víbora sorda volviendo nauseabunda a la tierra.
… un potro del color de la panela.
… un hombre construyendo casas de madera.
… un gol de chilenita en las afueras del salón.
… la ventana de conversación de la mujer que amo.
… los chacales más grandes de la sierra.
… el sendero del venado en medio del rastrojo.
… un ejército de gusanos invadiendo nuestros cuartos.
… las flores rojas y amarillas de los árboles de nanche.
… más de veinte truchas flotando en la cazuela.
… la raíz de huizache con la forma traviesa de un infante.
… las serpientes de fuego de los terrenos quemándose.
… las humaredas que la lluvia dejó tras su llegada.
… un cerdo herido por invadir lo ajeno.
… un niño de cuatro años pateado por un burro.
… un rifle 22 como el que mi papá tenía.
… los restos del panteón de San Bernardo.

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sábado, 15 de mayo de 2010

Chulin, Chulin, Cunflai

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La hijadesupinchemadre de la gastritis inició la revancha sin que pudiera ponerme los guantes y me hizo recordar que tengo un estómago de “muchito pedido” (Doña Chira, 2009) que no resiste. En el mismo lugar: un vacío. Un recuerdo embadurnado de nostalgia que me hacía suspirar mientras contemplaba la lluvia primogénita del cielo de mayo – ya en Cuixtla-.
Comienzo a notar que me encariño cada vez más con mis niños. Siento, a veces, que estoy mejor en San Bernachi que por cualquier lugar donde escuche todas esas manchitas grises de la vida que nos van minando el espíritu… pero soy adicto a la nostalgia y, en cierta medida, a la autodestrucción.
Este martes hicimos el convivio para festejar “el Día del Niño”. No’mbre, no es porque yo lo diga pero estuvo poca madre. Comimos arroz con leche, tamales, chicharrines, dulce de garbanzo y unos caramelos.
Luego, repartimos los juguetes. Como la solicitud que hicimos decía que eran 14 niños – ¿y de dónde? me pregunto - pss a mis chamacos les tocó doble regalo.

Por la noche nos atacó la indigestión. A todos.
También esa noche hubo fortuna para Don Fulano y una venada se atravesó en el camino de sus balas.
El asunto es delicado porque hay multas, por eso nadie habla de ello, y se habla menos cuando se tiene la boca llena de carne.

- Va a caer otro pronto.
- ¿Cómo lo sabe?
- Ya tronó la carne en la lumbre-, dijo el cazador mientras Doña Doña asaba unos brazuelos en el fogón, y agregó, - también, para que caiga otro, el que lo mató debe comerse el corazón de la presa-, y, diciendo y haciendo, cortó a la mitad el corazón del venado y se lo comió lentamente.

Recordé entonces a nuestros sacerdotes precolombinos, también recordé que los arcoíris son señales de que ha nacido un venado, recordé que, a veces, el demonio toma la forma de un venado, entre otras cosas, iba a seguir acordándome de más, pero preferí evitar que mi caldo se enfriara.
Al otro día hubo recalentado de venado, molito de conejo y ardilla asada, de hecho, ese fue el menú de la semana.
Ahora que regrese, podremos internarnos con confianza en el cerro. Cuando las hojas están secas, cualquier movimiento es perceptible para el venado, sobre todo cuando usa el oído que tiene entre las pezuñas. Esto me lo explicó también Don Fulano.
En la pezuña de los venados hay una abertura justo en medio, y allí existe un nervio muy sensible que el venado utiliza para captar vibraciones, de modo que, cuando escucha pasos en el bosque sólo necesita alzar su pata – la que sea- para escuchar con atención y emprender esa carrera que sólo ellos son capaces de desarrollar.
Regresé con el abrazo de agua de Dios pisándome los talones, pero, como ya he dicho, pude ver la lluvia desde mi puerta mientras mi mamá canturreaba himnos de gratitud por la lluvia. Pensé en San Bernardo y sus casitas de varas y barro, ojalá sí sean “lluvias de gracia” como canta mi mamá. También pensé en Matilde y en qué estará haciendo ahora, si se acordará de mí y sobre todo, si querrá volver a verme algún día. Además, recordé a Carmencita (hace dos semanas que te dejé un mensaje y no me contestas).
Les dejo esto que, alguna vez escribí para abatir el aburrimiento y luego envié a través de una ventana de conversación.




Pss.. érase una vez un punto. Un punto en el espacio.
Nadie sabía de su existencia y, en realidad, a nadie le interesaba tratar a este punto.
A diferencia de los puntos suspensivos o los puntos y seguido, este punto se hallaba solito, desempleado y sin nadie que le auxiliara.
Ser un don nadie le llevó a ser un milusos, alguna vez había sido una isla en un mapa, otras veces fue un lunar, otras más un accidente de tinta en una carta, pero, de alguna extraña manera siempre pasó desapercibido.
Acaso, la vez que más se acercó a ser algo, fue aquella en que una niña dibujó un pez, y "punto" ocupó el lugar del ojo, sin embargo, un fuerte viento arrebató a la niña el dibujo, y él tuvo que volver hacia la nada.
Así, en el espacio, se sintió el más miserable de todos los puntos, hasta que me di cuenta de que existía, lo tomé entre mis manos y lo puse al final de este cuento.





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Y bueno, estos son mis 6 niños que asisten al curso "Rayito de Sol", de izquierda a derecha:

* Julián * Vicky * Ángel * Andrea * Norberto * Alma *



Ellos son el equipo especializado en la reconstrucción de espíritus carcomidos.

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