jueves, 19 de enero de 2012

Acróstico

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“Hubo un tiempo para llorar
hubo un tiempo para creer en Dios
hubo un tiempo de paredes blancas
y de nidos para aves grises, tan grises...”

Arturo Meza


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Momificado en el interior de una pequeña gruta, encontramos un cuerpo que se aferraba a una vasija de barro, en su interior había un rollo que fue descifrado por los sabios de la ciudad tras treinta y cuatro años de arduo estudio. Por su aspecto y los utensilios encontrados, concluimos que se trataba de un escriba, aunque no pudimos determinar su origen. La escritura era una extraña mezcla de diferentes signos que combinaban caracteres de civilizaciones del norte y sur.
Traducido el texto, esto fue lo que reveló:




“Las patas de sus caballos son incontables, pero el estruendo puede escucharse de un valle a otro.
Algunas veces pasan en silencio, pero la mancha de su grupo es inconfundible, amén de que nunca se esconden.
Cuando pasan cerca, el olor a sudor, sangre y muerte es inconfundible.
Hay tribus que los vigilan desde las montañas, casi a tres días de camino desde sus aldeas para cerciorarse que no están en peligro; si pasan en un rango de distancia preocupante, la comunidad amenazada se muda en su totalidad a otra región.
Incluso, hay tribus que se han desintegrado por huir despavoridamente.
No hay forma de evitar ese temblor de piernas que se siente cuando su nombre es sugerido, ni siquiera pronunciado.
Guiados por su instinto asesino, recorren la tierra palmo a palmo, dejando su huella desoladora por doquiera que pasan.
Alrededor suyo hay muchos mitos, algunos cuentan que son descendientes del sol y la luna, por eso no se detienen nunca, porque están en todo; también se dice que son hombres que se han cruzado con bestias del campo y que ahora sus hijos son estos engendros que devoran todo a su paso; otra leyenda dice que se trata de brujos, fantasmas o hasta demonios.
De un modo menos fantástico, se habla de ellos como salvajes nómadas que están en uno de sus tantos recorridos; ya se han tenido casos, pero ninguno de esta magnitud.
Ahora mismo me parece olerlos y escucharlos, pero hay ratos en que nada se oye, al grado que pienso que no existen, que son solamente son una invocación al terror para sentirme vivo.




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