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“Lo que
puede el sentimiento
no lo ha
podido el saber,
ni el más
claro proceder
ni el más
ancho pensamiento…”
Violeta
Parra
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A mí siempre
me dio miedo dormir porque, al despertar, comprobaba que nada había cambiado.
Ya llevaba
mucho rato acostado pensando en tantas cosas que, sin darme cuenta, caí en un
estado de contemplación a tal grado que escuchaba con claridad los sonidos de
la noche, los más honestos y nítidos sonidos de la noche.
Sobre una
calle seguramente cercana sonaba el crónico rodar de una vieja carretilla, un
poco más lejos se escuchaba una lucha entre gallos, quizá buscando apoderarse
del harem de gallinas multicolores.
También
había burros, caballos y perros. Cada uno de ellos produce un sonido diferente
cuando camina.
Al mismo
nivel de volumen de un arroyuelo, cuyos recodos distinguía sin dificultad, se
escuchaba la orquesta sinfónica de los grillos del basamento de mi aposento.
El escenario
auditivo era tan intenso que incluso me pareció percibir olores de campo, de
hierba húmeda, de tierra mojada, de tabaco, de café, de pan, veladoras, cempasúchil
y copal.
Cuando reaccioné
y abrí los ojos, me di cuenta que seguía muerto.
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2 comentarios:
Me ha gustado, desde que empecé a leerte, la facilidad que tienes de crear escenarios, de inventarte y/o de recrear lugares.
Morir es también vivir, es la experiencia de una memoria que se extingue pero también de muchas otras que se escriben.
¡Un abrazo!
Ah pues muchas gracias, no sé qué decir más que gracias.
Con respecto a lo segundo,creo que la palabra nos salvará del olvido.
Igual un abrazo Fany.
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