viernes, 25 de noviembre de 2011

Carroña

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“Vomito, todo lo que bebo vomito,
vomito en la calle,
vomito en el bar,
vomito una albóndiga
que está sin masticar”

El Reno Renardo



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Los perros ya se habían comido más de la mitad del cuerpo putrefacto cuando se dieron cuenta que alguien, de presencia imponente, los miraba fijamente desde arriba de la peña.
Más que por temor, fue por el “qué dirán” que suspendieron el frenesí para escuchar lo que un viejo zopilote le decía a uno más joven, mientras movía la cabeza de un lado a otro:

- No hay más respeto, es evidente, pero no seré yo quien se rebaje a comer los desperdicios de los humanos o mueva la cola por un hueso.

Los perros se miraron entre sí, comprendieron el mensaje y, movidos por un arrebato de dignidad, comenzaron a vomitar todo cuanto habían devorado para después salir corriendo del arroyo.
Pavoneándose, los zopilotes colocaron servilletas en sus cuellos, afilaron los cubiertos de sus garras y con un elegante vuelo descendieron y comieron todo cuanto quedó a su disposición.
Incluyendo el vómito de los perros.

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